Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA DE LA NACION CHICHIMECA



Comentario

Que trata de la vida y hechos de Iztaccaltzin y Topiltzin, últimos monarcas de los tultecas, en cuyo tiempo se acabó su imperio


Habiendo sucedido Iztaccaltzin en el imperio, reinó cincuenta y dos años, que fue el tiempo que constituyeron sus antepasados; en cuyo discurso trató amores con Quetzalxochitzin, esposa de un caballero llamado Papantzin descendiente de la casa real; y en esta señora tuvo este rey a Topiltzin, y aunque adulterino, le sucedió en el reino o imperio, que fue en el de 882 de la encarnación de Cristo nuestro señor, que asimismo se llama ome ácatl; por cuya causa algunos de los reyes y señores sus vasallos se levantaron contra él: unos pretendieron para sí el imperio, pareciéndoles ser más propincuos y dignos de él, y otros en venganza del adulterio, que fueron los más señalados Coanacotzin, Huetzin y Mixiotzin, reyes y señores que eran de las provincias que caían en las costas del Mar del Norte. Y es así que habiendo reinado los cincuenta y dos años referidos el rey Iztaccaltzin, hizo jurar a su hijo Topiltzin, hallándose en la jura algunos de los reyes y señores que le eran amigos, como fueron Iztacquauhtzin y Maxtlatzin.

Luego que entró Topiltzin en la sucesión del imperio, hubo grandes presagios de su destrucción, y se cumplieron ciertos pronósticos y profecías que habían pronosticado sus mayores; que fueron entre otras muchas, que cuando imperase un rey que tuviese el cabello levantado desde la frente hasta la nuca, como a manera de penacho, en su tiempo había de acabarse esta monarquía tulteca. Y que asimismo los conejos en este tiempo habían de criar cuernos como venados, y el pájaro huitzitzilin criar espolón como gallipavo; todo lo cual sucedió así, porque el rey Topiltzin tuvo el cabello como está dicho, y se vio en el tiempo de su reinado acaecer lo referido en los conejos y huitzitzilies; y acaecieron otros prodigios de que causó grande espanto y alteración al rey, y mandó juntar a los sacerdotes y adivinos para que le declarasen lo que significaba; y habiéndole dicho ser de su destrucción, según por las historias parece, mandó llamar a sus mayordomos y entregarles sus tesoros, que eran los mayores que hubo en aquel tiempo, para que los retirasen en la provincia de Quiahuiztlan, temiéndose de los reyes sus contrarios; y tras de los prodigios y señales comenzó la hambre y esterilidad de la tierra, pereciendo la mayor parte de las gentes y comiéndose el gorgojo y gusanos los bastimentos que tenían en sus trojes, y otras muchas calamidades y persecuciones del cielo, que parecía llover fuego; y fue tan grande la seca que duró veintiséis años, de tal manera que se secaron los ríos y fuentes.

Y viendo los reyes sus contrarios cuán falto estaba de fuerzas y sustento, vinieron contra él con un poderoso ejército, y a pocos lances le fueron ganando muchas ciudades hasta venir a apoderarse de la de Tula, cabecera del imperio; y aunque salieron huyendo de ella el rey Topiltzin con toda su gente, a pocas jornadas les fueron dando alcance y matando, y el primero que murió fue el rey viejo Iztacquauhtzin su padre, y con él la dama Quetzalxóchitl, que tenían ambos casi una edad, que, según está en las historias, eran de casi de a ciento cincuenta años. Y en la provincia de Totolapan alcanzaron a los dos reyes Iztaccalihtzin y Mantla (conferados de Topiltzin) en donde les dieron desastrada muerte, por más que se defendieron; y el rey Topiltzin se perdió que nunca más se supo de él; y de dos hijos que tenía sólo el uno, que fue el príncipe Póchotl, lo escapó Tochcueie, que así se decía la ama que lo criaba en los desiertos de Nonoalco; y los pocos de los tultecas que escaparon en las montanas y sierras fragosas y entre los carrizales de la laguna de Colhuacan. Este fin tuvo el imperio de los tultecas que duró quinientos setenta y dos años, y viéndole tan arruinado los reyes que vinieron a sojuzgarle, se volvieron a sus provincias, y aunque victoriosos, muy derrotados y con pérdida de la mayor parte de sus ejércitos, que perecieron de hambre; y la misma calamidad corrió en sus tierras, porque fue generalmente la seca y esterilidad de la tierra, pareciendo ser permisión de Dios que por todas vías fuese castigada esta nación, pues de la una y otra parte apenas quedaron algunos.

Estos tultecas eran grandes artífices de todas las artes mecánicas: edificaron muy grandes e insignes ciudades, como fueron Tolan, Teotihuacan, Chololan, Tolantzinco y otras muchas, como parece por las grandes ruinas de ellas. Su vestuario era unas túnicas largas a manera de los ropones que usan los japones, y por calzado traían unas sandalias, y usaban unos a manera de sombreros hechos de pala o de palma. Eran poco guerreros, aunque muy republicanos; y eran grandes idólatras. Tenían por particulares dioses al sol y a la luna; y según parece por las historias referidas, vinieron por la parte de poniente costeando por la Mar del Sur. La última y total destrucción fue en el año de 959 de la encarnación de Cristo nuestro señor, que llaman ce técpatl, siendo pontífice de la Iglesia de Dios Joannes XII, y emperador de Alemania Othón I de este nombre y rey de Castilla don García.